Cuando uno quiere innovar y no sabe por dónde empezar una opción que muchas veces resulta adecuada es buscar que se puede mejorar o que se puede arreglar.
Estas dos opciones se pueden convertir en dos líneas estratégicas de innovación dentro de una empresa que habitualmente dan lugar a desarrollos diferenciados que confieren a una organización de una caracterización ambidextra.
Si escogemos la opción de “que se puede mejorar” nos situamos frente a una decisión que normalmente concibe innovaciones incrementales, aunque a veces puede dar lugar a innovaciones radicales. No se puede obviar que la mejora continua supone, en general, seguir una ley de rendimientos decrecientes con lo que con el tiempo las sucesivas mejoras tienen porcentualmente costes mayores; es decir, cada sucesiva mejora aporta menos o cuesta más.
Por su parte si escogemos la opción de “que se puede arreglar” eso significa que la innovación será disruptiva porque para arreglar algo tenemos que proponer algo que hasta ahora no existía (en la empresa, en el sector o a nivel mundial). Pero esta decisión tiene una primera incertidumbre que es el coste que puede suponer desarrollarla.
Y frente a esta incertidumbre la respuesta debería ser: ¡Qui audet adipiscitur!