Que la innovación disruptiva se ha puesto de moda es fácilmente constatable mediante una búsqueda en Google de entradas sobre el tema en la red. Pero lo es más significativo es que, además, este paradigma se ha convertido en un mantra especialmente en el mundillo de la emprendeduría y las startups. Así podemos escuchar expresiones como: ¡Hay que crear un modelo de negocio disruptivo! ¡Hay que lanzar al mercado productos disruptivos!
Decir que es una empresa disruptiva es habitual escucharlo entre los que acuden a las rondas de financiación con la esperanza de que lo que es un cervatillo se convierta en un unicornio. La innovación disruptiva posee un halo mágico que la hace muy atractiva porque la presenta como un cambio que hará que nuestra innovación transforme el mercado (y eso permita ganar mucho dinero). Es la nueva burbuja financiera: la burbuja de las startups disruptivas.
Pero, ¿cómo se crean las innovaciones disruptivas?
En mi opinión no se crean innovaciones disruptivas, se crean innovaciones. La consideración de que una innovación es disruptiva se da con el tiempo, es decir, será en el futuro donde se considere que una innovación ha sido disruptiva. No podemos saber cuándo empezamos que nuestra innovación será disruptiva. Lo que podemos decir es que no existe en el mercado nada similar.
Un ejemplo son las patentes. Uno de los requisitos para que algo sea patentable es que sea nuevo, pero de las numerosas patentes que se han concedido a lo largo del tiempo en proporción pocas han dado lugar a innovaciones disruptivas.
Sobre innovación disruptiva se ha teorizado a nivel académico, y en eso el principal referente es Clayton Christensen. Y en las diversas teorizaciones se han propuesto diversos principios sobre lo que se ha de hacer con las “presuntas” innovaciones disruptivas.
Así se propone que se debe aprender haciendo, es decir, que hay que llevar a la práctica la idea con prototipos rápidos que permitan desarrollar los denominados productos mínimos viables que podamos llevar rápido al mercado potencial, unos productos que hagan que fallemos pronto y barato porque hay que aprender donde está el mercado que va a querer ese producto.
Como proceso de desarrollo de una innovación disruptiva conceptualmente puede funcionar pero en la práctica presenta algunos inconvenientes o inconsistencias.
- Decir que hay que fallar pronto y barato ¿prevé que podríamos provocar incidentes o accidentes con esa innovación? ¿tiene en cuenta puede tener efecto reputacional negativo?
- Si no sabemos cuál es el mercado ¿cuánto podemos tardar en encontrarlo? ¿qué mercado va a querer algo tan nuevo?
Una primera diferenciación que habría que establecer es que no tiene el mismo recorrido un producto físico que un producto digital. En el digital los inconvenientes son más fácilmente corregibles que en el físico. Además dentro del ámbito de los productos físicos hay que diferenciar entre productos dirigidos al mercado de consumo de los dirigidos al mercado industrial.
Si consideramos el mercado industrial hemos de ser conscientes de lo que supone pretender introducir un nuevo producto para ser utilizado en entornos industriales. Así entre las diversas inquietudes que puede plantear la compra para uso industrial de ese producto disruptivo podemos tener:
- La incertidumbre que le puede generar el desconocimiento del funcionamiento a largo plazo y los “efectos colaterales” que puede tener ese producto. Si hablamos de productos que forman parte de instalaciones industriales es evidente que el riesgo de una parada de línea imprevista pesa en aquellos que deben decidir sobre su adquisición.
- La ausencia de conexión con los estándares utilizados en el sector o en la empresa, o que son productos que suponen un nuevo estándar en sí mismos. Ante esto es habitual que se diga que ha habido productos disruptivos que rompían con los estándares; y si bien es cierto, también se puede argumentar que otros productos que llegaron al mercado con estándares diferentes fracasaron.
- Que no cumpla con los requisitos esenciales de seguridad y salud establecidos en la legislación. Esto es especialmente relevante porque en el entorno industrial las consecuencias en este ámbito pueden ser letales tanto a nivel humano como de infraestructuras. Aquí es donde el concepto de “fallar pronto” es inaceptable para el comprador.
Y estos inconvenientes ¿hacen imposible que una innovación disruptiva pueda entrar en el mercado industrial? La respuesta es no. Una innovación que podría ser disruptiva puede tener opciones si se tienen claro cuáles son las inquietudes que tendrá el responsable de la compra y tener previsto como darle respuesta.
Ahora bien lo que sería preocupante es que la obsesión por la búsqueda de la innovación disruptiva hiciera perder el norte y no se fuera consciente que de forma simultánea se debería mantener una innovación continua en la empresa. Porque a lo mejor esa innovación disruptiva no llega nunca y mientras tanto los productos actuales se habrán quedado obsoletos.