Sin ambición, no hay innovación.

Es habitual cuando se habla de innovación de referirse a creatividad, ideas, tecnologías,…; pero lo que realmente hace que exista innovación es la ambición.

La ambición de llevar adelante proyectos de nuevos productos o servicios que sean diferentes, que sean mejores que los de la competencia, que sean excelentes,…

Para que en una empresa crezca en el valor de la innovación, se necesita un líder o un equipo con una gran ambición de “hacer cosas nuevas”. Ese es uno de los principales factores para que arraigue la cultura de la innovación.

Pero la ambición por sí sola no es suficiente, necesita complementarse con trabajo y esfuerzo, con una visión y unos objetivos, ha de ser resistente a la adversidad,…

La ambición implica, a menudo, la decisión de escoger el camino más difícil para llegar a un valle inexplorado mientras que la competencia ha cogido el camino fácil que la lleva al valle ya ocupado, dónde deberá luchar con el resto por un trozo de terreno.

La historia de la innovación la han escrito aquellos que han “preferido pedir perdón a pedir permiso”.

Pero la ambición ha de tener siempre el pie en el suelo, no ha de obcecarse cuando el camino acaba en una pared y pretender horadar la montaña. Hemos de ver si conviene abrir un túnel, o dando un rodeo podemos encontrar un nuevo camino con menos esfuerzo y dedicando menos recursos.

Hemos de tener una ambición ágil, que sea capaz de adaptarse a las circunstancias y moverse con rapidez en la dirección que decidamos más adecuada.

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