Si no hay Políticas Industriales, ¿cómo se pretende que las empresas inviertan en innovación?

De forma reiterada se repite que las empresas, los emprendedores tienen que ser innovadores. Pero para innovar hay que invertir recursos; para algunos incluso no dicen que es una inversión, sino que es un gasto.

Pero la inversión en innovación tiene un objetivo final, el ROI. El Retorno de la Inversión, es decir, que esa innovación genere negocio e ingresos a las empresas que han “apostado” por ella.

Pero las empresas necesitan que también el Estado “apueste” por ellas y eso supone definir Políticas Industriales a medio y largo plazo; y eso, a día de hoy, tras leer, escuchar y sobretodo conversar con aquellos que tienen vocación y visión de largo plazo: No existe. No hay Política Industrial.

No se escuchan declaraciones como la que hacia Obama en su último Discurso del Estado de la Nación. Y eso es lo que se le pide a los políticos con visión de Estado, es decir, a un estadista; pero lamentablemente no se perciben en el entorno políticos de nivel, lo que se tiene es “profesionales de la política sin formación cualificada”.

No se definen medidas tendentes a desarrollar un tejido industrial con cadenas de proveedores, pero un tejido industrial con perspectivas de futuro y para los que se gestionen las políticas que les amparen en sus decisiones e inversiones empresariales. Y ello también supone acometer una política de disminuir sus costes relacionados con la energía y los suministros estratégicos, es decir, el coste de la electricidad, el coste de los combustibles, el coste del agua. Todo esto supone una visión estratégica de país, y en mayor medida, acometer reformas en las políticas energéticas de infraestructuras a largo plazo; lo que puede suponer a corto plazo una pérdida de votos; ahora bien, si está definición estratégica se realiza con una mayoría parlamentaria que de común acuerdo y con una firma contractual a nivel de Parlamento y no de gobierno suponga un ejercicio de responsabilidad hacia las actuales y futuras generaciones.

Pero además, es necesario reaccionar ante la próxima revolución industrial que se otea en el horizonte que puede suponer un cambio relevante en las infraestructuras industriales, en los modelos de negocio, en el desarrollo de nuevos productos y servicios,…

Aunque en las estadísticas de forma reiterada se diga que la Industria está en declive, y que se debe apostar por los servicios; esto sería el mayor error estratégico por parte de los responsables de definir las políticas económicas.

Aunque estadísticamente la industria pueda parecer que está en declive, existe un efecto de influencia directa en los servicios. Hoy en día, la mayoría de las empresas tienen parte de sus necesidades operativas o de gestión subcontratadas en empresas de servicios; como puede ser la contabilidad, la logística, los sistemas de información,…

Es lo que podríamos definir como servicios dependientes, porque sin industria todas estas empresas de servicios desaparecerían; y no es cuestión de aumentar una tasa de paro que, hoy en día, está descontrolada y en una magnitud en números absolutos espeluznante.

Pero para provocar un cambio de sentido en esta tasa, es necesaria una apuesta clara por políticas industriales generadoras de redes de proveedores. Y ello supone conocer cuáles son los puntos fuertes, los conocimientos y las competencias que están arraigados en cada zona geográfica y sector; y decidir cuáles tiene futuro y cuáles no, es decir, tomar partido y asumir las consecuencias.

Pero cuando decidamos que determinados sectores o zonas no tienen futuro, no hay que dejarlos abandonados a su suerte, sino promover políticas para reorientarlos y apoyarlos en el cambio de paradigma.

Y, es cierto, que alguna de las políticas puede resultar errónea y tengamos que reorientarla o abandonarla. Pero lo que hemos de tener siempre en mente es la frase de Séneca: “No hay viento favorable para quien no sabe dónde va”.

 

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  1. 23 marzo, 2013

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