Innovaciones radicales: la serendipia que cuestiona paradigmas y metodologías

Las innovaciones radicales son las que generan en las empresas los saltos más importantes en su evolución y crecimiento, las fuentes para su desarrollo son muy variadas, ahora bien una de las que históricamente se han producido más ejemplos es la que se llama «serendipia«.

Y la serendipia llega como el «cisne negro» de Nassim Taleb, como algo inesperado pero para poder explotar hay que tener unas determinadas capacidades y valores como: la curiosidad, el espíritu de cuestionarse las cosas, la desazón del conocimiento.
Estas reflexiones me ha generado la reciente noticia sobre la descubrimiento por azar de un nuevo repelente antimosquitos, donde una vez más un nuevo hallazgo en el campo del conocimiento y de la innovación es fruto de la casualidad, ahora bien en esta hallazgo hay sin duda la intuición de una persona que cree que hay algo diferente, no esperado, pero que hay que investigar.
Es el campo de las innovaciones radicales producidas por serendipia o por el encuentro de un «cisne negro» lo que desde un tiempo a esta parte me está llevando a hacerme una serie de preguntas y reflexiones que creo tienen incidencia en la «gestión de la innovación» tanto en las empresas, como en las universidades, centros tecnológicos y otras entidades del sector público. Y también en la definición de las políticas de apoyo a la I+D+i por parte de las diversas Administraciones Públicas (Europeas, Estatales, Autonómicas, Provinciales y Municipales).
Así me pregunto:

  • ¿Es posible planificar las innovaciones radicales?. La respuesta es evidente, en muchos casos no, porque no sabemos cuándo aparecerá el conocimiento que nos la genere.
  • ¿Están las empresas de nuestro país preparadas para desarrollar innovaciones radicales? La mayoría creo que no, porque puede suponer romper con la situación actual y con determinados intereses a corto plazo. La innovación radical puede llevarla hacia territorios inexplorados y esto genera la «tensión de la incertidumbre» que es una de las más temidas por muchas personas.
  • ¿Tiene sentido pedir una planificación detallada para proyectos de I+D en dos / tres años vista cuando se solicitan ayudas públicas?
  • ¿Hay que cambiar la forma de gestionar, desarrollar y ejecutar los proyectos de innovación? Yo creo que sí, hay muchos proyectos que no se deberían gestionar en base a las metodologías clásicas, habría que utilizar metodologías más modernas con una fusión de conceptos y adaptadas a cada proyecto.
  • ¿Qué personas debemos tener en nuestras organizaciones para poder detectar las oportunidades de las innovaciones radicales? ¿Con qué competencias y valores? Este es otro punto de posible conflicto si los valores que queremos en las personas no son los valores que dominan la empresa. Así si en la cultura de la empresa es habitual la penalización del error, será difícil que el personal arriesgue en desarrollar cosas realmente innovadoras porque siempre habrá la posibilidad del fracaso, entendido como desarrollo no exitoso.
  • ¿Se puede evaluar el mercado potencial de las innovaciones radicales? Creo que evaluar con una precisión a la unidad no es posible, pero sí que creo que se pueden establecer algunas estimaciones de magnitud de las posibilidades de éxito. Una evaluación podría ser en base a la canibalización de productos existentes, o bien por sustitución de otros productos que ocupan el mismo espacio (esto es el caso de la evaluación de los productos y servicios del sector del ocio si nos preguntamos: ¿mi cliente que haría si no comprara mi producto o servicio?).

Es un tema fascinante porque me lleva a cuestionar muchas de las cosas que se están haciendo hasta ahora; además, creo que hay que cambiar los paradigmas, y especialmente el «statu quo» reinante en la definición de las políticas públicas de innovación.

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  1. 16 mayo, 2012

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